Carta al Director
Agosto es el mes de la solidaridad en Chile. Recordamos la figura de San
Alberto Hurtado que la vivió de manera excepcional porque supo ver a Cristo en
todos, especialmente, en los más necesitados. Y siempre se le puede descubrir
en los que tienen otras necesidades, como esta tan actual de la pandemia. Entre
todos podemos ser solidarios en este punto, no exponiéndonos y también evitando
en lo posible el contagio: en uno mismo, en los cercanos y en la sociedad.
Calza en esta lógica el reciente mensaje del Papa, unido a otros obispos de
América, invitando a vacunarse “como un acto de amor”. “Un modo sencillo pero profundo de promover el
bien común y de cuidarnos los unos a los otros, especialmente los más vulnerables”.
Necesitamos más que nunca de la solidaridad plasmada de manera concreta. Y
precisamente esta invitación brota de la búsqueda del bien común y del bien de
cada uno, que es en lo que consiste, esencialmente, el amor. Como consecuencia,
promueve, de alguna manera, la esperanza de hacer este mundo un poco más humano
y un poco menos expuesto al mal. Esto es así, aunque la esperanza definitiva y
total no procede de las vacunas, sino del que nos salva integral y
definitivamente del mal. Aunque sea pequeño ese acto, insiste el Papa, es
grande si procede del amor. El amor salva, por eso Cristo redime desde el amor con
que se entrega. Fieles a nuestra conciencia y tratando de vivir el amor, sea bienvenida
esta invitación del Papa a seguir cuidándonos unos a otros para contribuir a la
esperanza, sobre todo a la que no defrauda, que será el tema del próximo
Congreso “Católicos y Vida Pública” organizado por Santo Tomás el 1 y 2 de
septiembre. Sí, porque el amor y sus gestos concretos nos hace mejores personas
y embellecen el mundo.
Por Esther Gómez
Directora Nacional de Formación e Identidad